martes, 26 de diciembre de 2006

La sonrisa

Después de una semana de no poder entrar en el blog, va el muy cabrón y se abre hoy que no tengo el apasionante final de la trilogía de la trascendencia, así que me inventaré sobre la marcha un cuento navideño, para que no se diga que no me imbuyo del espíritu este que pulula alrededor. A ver lo que sale.

Los niños correteaban nerviosos por la casa mientras su madre colocaba los platos en la mesa, hoy sacamos la vajilla nueva y habrá que darle un agua, y su padre echaba un vistazo al horno, para mí que el cordero ya bebía la misma leche que un hampón de los bajos fondos. Una vez los cubiertos, tenedores a la izquierda, cuchillos y cucharas a la derecha, escoltaban a los platos, la madre juntó a los tres pequeños y los sentó en el sofá.
Quería remarcarles unas pequeñas normas para cuando llegaran los invitados porque conocía su tendencia a desmandarse y aquella noche debía atender a demasiados frentes como para tenerlos controlados. Insistió sobre todo en que respetaran al abuelo Félix, ya muy viejito y cuya paciencia no aguantaría la vitalidad de los tres pequeños. Los niños aceptaron aquel aviso sin rechistar pues recordaban a su abuelo como un señor gruñón y poco amigo de los juegos, amén de que jamás los obsequiaba con ningún regalo.
La tarde fue trayendo poco a poco a los invitados, los tíos de Aluche con un gran juego de pinturas, la prima Luisa y su novio con los muñecos de los Lunnys, los tíos de Toledo con caramelos y caramelos y más caramelos, no os los comáis aún que luego no probáis la cena, el abuelo Félix con...nada. La cara de los pequeños ni siquiera denotaba desilusión puesto que ya lo suponían, pero aún así le negaron la más tenue sonrisa y sus besos fueron leves roces contra la piel ya arrugada del anciano, el cual saludó al resto de la familia y se sentó en la cabecera de la mesa.
La cena transcurrió entre bromas, chanzas y canciones, villancicos algunas, folklóricas otras, desafinadas todas. Los niños lo pasaban en grande pero estaban deseando interiormente que terminara para poder jugar con los regalos. El abuelo mientras tanto parecía pensar en otra cosa, sonreía a las gracias pero apenas participaba, su mirada se posaba alternativamente en cada uno de los pequeños que temían haber hecho algo que pudiera haberle importunado.
Aparecieron los licores y los niños recibieron permiso para irse al cuarto. Con todos los obsequios ya desparramados por el suelo, unos minutos después abrió la puerta el abuelo Félix. Se quedaron callados sin saber qué hacer, mientras se sentaban sobre la cama y él tomaba una silla enfrente de ellos. Les iba a contar una historia.
" El niño Dios acababa de nacer. Caía una fina lluvia que con el paso de las horas y la entrada de la madrugada amenazaría con convertirse en nieve. En aquel pesebre el frío calaba por las maderas ya enmohecidas y, aunque la paja amortiguaba el viento, tuvieron que arrimarse a un par de animales que allí se guarecían para que su calor confortara a la nueva madre tras el esfuerzo.
El niño reposaba en su regazo aparentemente tranquilo, ya aseado con agua de lluvia. Apenas abría los ojos y los labios se remecían como nenúfares con la corriente. Le habían envuelto con una túnica y sólo quedaba a la vista el rostro sereno y delicado.
La noche se fue cerrando y las temperaturas bajaban y bajaban. Los padres se afanaban en aislar al pequeño construyéndole una camita con la paja, mientras oían cada vez más ruidos del exterior. En la entrada del pesebre surgió la luz de una antorcha tras la que aparecieron tres hombres ricamente ataviados, con el rostro solemne y las manos cargadas con cofres. Uno a uno fueron posando delante de la mujer cada cofre, describiendo lo que en su interior guardaban. Aquellas palabras, oro, incienso, mirra, sonaban muy lejanas e inalcanzables para la humildad de la pareja, que no sabían cómo agradecer dichos presentes ni el motivo de esos regalos. El niño seguía descansando sobre la paja.
Mientras los reyes explicaban su periplo en busca de un bebé que debía nacer para cambiar el mundo y cuya revelación venía acompañada del fenómeno astrológico más maravilloso que ellos, grandes conocedores de las estrellas, jamás contemplaran, la puerta del pesebre se fue llenando de lugareños atraidos por lo fastuoso de la caravana. Algunos de ellos se atrevieron a entrar y, al ver la escena, se descubrían y posaban en el suelo alimentos y ropas.
Quiso entrar también un pobre pastor al que muchos sometían a chanzas puesto que no sabía hablar, pero se lo impedían alegando que no llevaba nada que ofrecer a aquel niño tan prodigioso, pues ellos creían que aquellos reyes sólo podían haber venido de tan lejos para conocer algún prodigio. Mientras discutían cuáles serían los poderes del recién nacido, el pastor se escurrió por un hueco y penetró en el pesebre. Allí vio cómo los reyes abrían los cofres, cómo los lugareños posaban sus viandas, cómo los padres se maravillaban ante tal generosidad y cómo el niño, ajeno a tanto despliegue, movía los bracitos reclamando atención.
El pastor se acercó al niño y mirándole con infinita ternura, le sonrió. Era una sonrisa dulce, cálida, repleta de amor, me atrevería a decir que mucho más luminosa que la estrella que llevara allí a los reyes. El niño abrió los ojos por primera vez y también sonrió con la luz de varias constelaciones. Todos los presentes callaron y fueron saliendo al exterior, cegados por la intensidad lumínica. Sólo quedaron los padres y el pastor, al cual Dios elevó hasta su seno para que siguiera iluminando la vida de sus hijos hasta el final de los días : es el sol que véis cada mañana."
Cuando el abuelo terminó esbozó una sonrisa y susurró a sus absortos nietos que ningún regalo hay más bello que la posibilidad de sonreír. Les dio un beso y regresó a la sobremesa, donde el alcohol ya hacía estragos y los ojos brillaban chispeantes.

Bueno, es ciertamente almibarado pero la Navidad es lo que tiene. Eso sí, no dudéis de que en otras fechas ese abuelo no sobrevive a la cena y el niño, bueno, ese niño ya tiene el final escrito. ¿ O quizá no ?
Feliz Navidad.

jueves, 14 de diciembre de 2006

El regreso

Porque me enfrentaste con la responsabilidad.
Porque contigo conocí gente realmente interesante.
Porque ampliaste mi pequeña burbuja cotidiana.
Porque me ayudaste a sacar mi título universitario.
Porque me enseñaste a tomar decisiones importantes.
Porque me mostraste ciudades desconocidas.
Porque simpatizaste pronto con mis amigos de siempre.
Porque aguantaste estoicamente las caricias de los sobones.
Porque cantaste conmigo canciones melancólicas.
Porque encubriste mis errores más flagrantes.
Porque fuíste testigo de mis primeros escarceos sexuales.
Porque soportaste a mis ocasionales sustitutos.
Porque tomaste siempre la dirección correcta.
Porque me avisaste cuando mi conducta era inadecuada.
Porque me permitiste llegar a trabajar cada día.
Porque te mudaste a un nuevo hogar sin reproches.
Porque lloraste en los trances más terribles.
Porque controlaste mis impulsos asesinos.
Porque entendiste mis infidelidades sin rencores.
Porque escondiste las pruebas del delito.
Porque te mantuviste siempre en el camino.
Porque me salvaste la vida un par de veces.
Porque esperaste mi regreso con paciencia.
Porque sorteaste inesperadamente a la muerte.
Porque eres parte irrevocable de mi ser.
Por todo esto y mucho más que no escribo, hoy es un gran día...
...porque ¡ Faus ha vuelto !

domingo, 3 de diciembre de 2006

Lágrimas

Yo hoy iba a escribir un relato positivo, lo prometo, lo juraría si de pequeño no me hubieran enseñado que no se debe jurar, ya ves, toda una infancia de doctrina religiosa y sólo me quedo con lo de los juramentos. Eso sí que es tirar el dinero de mis padres. Pues traía un relato amable de casa pero ahora ya no puedo introducirlo, no me sale, de hecho es la primera entrada que estoy escribiendo sin borrador previo manuscrito. Así que pido perdón por los errores que pueda contener, si bien os prometo, estoy casi por jurarlo ( ¡ ahhh, el deber moral ! ), que esto me sale directamente del corazón.
No puedo con las lágrimas, me hunden, me dejan sin argumentos, sólo me incitan al abrazo, al beso cariñoso, a ese beso que no implica contacto físico, es una unión del alma mucho más íntima que hacer el amor. No estoy siendo tópico, tras un beso de esos me encuentro transportado, tanto si lo doy como si lo recibo, lejos del mundo pero cerca de mi interior. Y completamente alojado en el de la otra persona. En este caso en el tuyo.
Cuántas veces piensas en eso, en introducirte en la otra persona y temblar, establecer una unión perfecta e indisoluble que culmine, no con un montón de sensaciones físicas, maravillosas, paralizantes, de las que por supuesto no reniego y espero seguir teniendo, sino en ese momento que habitualmente coincide con el cruce de las miradas de ambos en que no sabes cuál es tu cuerpo pero sí dónde está tu espíritu. Y el suyo.
Esa sensación es la que tengo con esos besos. No separaría los labios de la otra mejilla o de la otra boca hasta el final de los días porque quizá ese fuera el significado de la separación. El final.
Putas lágrimas. Salís de los ojos con esa cadencia que invita a seguir vuestro recorrido por la piel hasta lanzaros por la nariz en vertiginosa caída aprestándoos al vuelo final hasta las manos. Porque siempre ocurre con las lágrimas que duelen, no caen al suelo o a la ropa, no, caen en las manos con el peso de siete rocas, te hieren mucho más que una piedra lanzada por el hombre más fuerte del mundo, pues el sufrimiento se agarra a las entrañas, se cercena tu conexión con el exterior y sólo notas esa lágrima. Y sufres por ello. Por ella. Y te asustas pensando que vienen más, que otra ha tomado ya la pendiente nasal y está acelerando el paso, que no puedes aguantar otro impacto similar. Tiemblas.Pero no puedes moverte, las lágrimas te han paralizado, el beso te ha abducido, y allá va. ¡ Lágrima va ! Los chinos torturaban a sus prisioneros dejándoles caer gotas de agua en el cráneo hasta que la erosión podía con el hueso, dice la leyenda. Desconozco si es cierta pero no me cabe duda de que si hubieran usado lágrimas, más que tortura hubiera sido ejecución.
Ya estoy hablando de muertes otra vez. Y yo hoy era optimista, el relato que espera su momento certifica tal afirmación. Pero he visto lágrimas. Y con ellas no puedo. A mí no me salen con facilidad, sólo en momentos de mucha tensión, no necesariamente negativa, se ve que las uso como espita para esa tensión, pero estoy rodeado de personas de lágrima fácil. Luego decís que soy pesimista, que veo sólo la parte negativa, que me quejo con excesiva asiduidad y de forma injustificada, pero el hecho es que en ocasiones veo lágrimas y me dejan como al niño en la película. Aterrado, hundido, desolado...
¿ Y ahora qué hago ? Creo que voy a empezar a llorar.
Putas lágrimas...
Me conozco y me releeré lo que he escrito para corregir los posibles errores, pero no quiero cambiar un ápice. De hecho no sé si voy a poder leerlo, mira, quizá para esto también sirva el vidrio en la retina, un obstáculo a la censura. Creo que no puedo, siento los errores.
Putas lágrimas...

domingo, 26 de noviembre de 2006

Tú ganas

Esa noche estaba especialmente negativo. No conseguía transmitirle ni la esperanza ni la ilusión que todo ser humano, por el mero hecho de existir, debe sentir obligatoriamente en al menos pequeñas dosis. Por eso decidí utilizar todo mi arsenal de lugares comunes y chantajes emocionales con el único fin de obtener de su boca un comentario positivo.
- Vale, correcto, admitamos que la vida dispone en ocasiones malas rachas donde todo parece salir al revés de como uno lo espera. Es más, no sólo son rachas malas sino que puedes llegar a plantearte que "alguien" en algún lugar lejano y supongo que elevado ha decidido machacarte en nombre del azar o del destino. Y que no sólo entrevera todo sino que hunde tu vida socavando los pilares sobre los que te apoyabas, de tal suerte que te encuentras inmerso en la parálisis provocada por la sorpresa. Admitamos que eso ocurre puesto que la experiencia así nos lo indica. Pues bien, la propia experiencia también nos recuerda que no somos los únicos en sufrir esas calamidades, es más, que ya las hemos sufrido en ocasiones anteriores, que de todas hemos salido más pronto o más tarde y el resultado al final del túnel no ha diferido del anterior al inicio de ese bucle negativo. Que si excluimos lo verdaderamente importante que es la ausencia irrevocable de un ser querido ( y sabes a lo que me refiero, no me tergiverses ), en realidad nunca pasa nada. Que todo tiene solución. Y lo mejor es que esa solución está en ti, no necesitas que nadie te dé la receta de la poción mágica, tú eres dueño de la fuerza necesaria pues ya lo has hecho más veces. ¿ O no es cierto que has salido a flote en otros desengaños amorosos ? ¿ O no es verdad que has vuelto a trabajar tras encontrarte de patitas en la calle ? ¿ Acaso miento si te recuerdo que te has repuesto de dolencias físicas mucho peores que las que ahora te amargan ? Podría elaborar una lista de todas las adversidades que has ido superando desde que te conozco y seguramente acabaría con la tinta de un barril. ¡ Qué diablos ! Prefiero que el barril contenga cerveza y brindemos caña a caña por cada una de las puertas que se te abren cuando parece que todas tienden a cerrarse, por cada una de las oportunidades que surgen a raíz de finalizar con lo pretérito, por cada una de las alegrías que te quedan por vivir...¿ Puedes negarme que serías capaz de decirme tú mismo más de cuarenta proyectos que ahora aparecen ante tus ojos y que se mantenían ocultos bajo la comodidad de la situación anterior ? Claro que no puedes pues tú también lo sabes. Entiendo que los cambios deben ser asimilados y celebro que así sea, pues sólo cuando uno digiere bien la comida ésta resulta beneficiosa para el organismo; este período de duelo se me antoja inevitable. La tristeza y el miedo a lo desconocido son sentimientos inherentes al hombre, habría que tener un corazón de piedra para desdeñar el sufrimiento que supone la agonía de aventuras por las que uno lucha y donde vuelca toda su energía, todo su empeño, todo ese corazón. Y yo sé que el tuyo no es de piedra. Por eso te permito que sigas mimoso, que mantengas ese aire de lamento continuo, que prolongues el victimismo hasta darle en ocasiones, no puedes negarlo, un toque algo grotesco. Pero lo permito por una razón y con una condición. La primera es que te quiero y te apoyaré siempre, aunque cometas cien mil errores, bien lo sabes. La segunda es que de todo esto saques la conclusión de que vale la pena vivir, que por muy disgustado que estés el hecho de sentir ya te impulse hacia adelante, que estas vivencias te ayuden a crecer al igual que lo hicieron las anteriores, dando como resultado ( un resultado en continua evolución pues sigues vivo, no lo olvides ) esa personita que nos tiene en vilo a todos sus amigos, que nos hace disfrutar, que nos motiva a buscar el momento y el lugar de encontrarse contigo para deleitarse con tu sonrisa, con tu diálogo, con tu simple presencia, la personita que si faltara crearía un vacío imposible de llenar y cuya ausencia soy incapaz de imaginar.
¿ Realmente crees que sería mejor morirse ?
- Sí.
Objetivo cumplido, oye.

viernes, 17 de noviembre de 2006

Acuse de recibo

Yo acuso a la vida de su inexorable existencia.
Yo acuso al pasado de perpetrar tantos ejemplos.
Yo acuso al futuro de no respetar los duelos.
Yo acuso a la lluvia de querer comprarme los ojos.
Yo acuso a las nubes de tenencia ilícita de lágrimas.
Yo acuso al cielo de devolver mi mirada desafiante.
Yo acuso al infierno de abrirme sus puertas enjaezadas.
Yo acuso a mis labios de insinuar frases unívocas.
Yo acuso a mi boca de sonrisas robadas al deseo.
Yo acuso a la sangre de bullir ante los cambios.
Yo acuso al sudor de encharcar miembros ateridos.
Yo acuso al vino de saberse sabio irresistible.
Yo acuso al pan de alegría en mesa ajena.
Yo acuso al sueño de huir ante el menor peligro.
Yo acuso al día de tener las horas contadas.
Yo acuso a la noche de permitir el llanto a deshoras.
Yo acuso al domingo de su vasallaje a la semana.
Yo acuso al pánico de montar su tienda de campaña.
Yo acuso a la cara de ser el espejo del alma.
Yo acuso al alma de no haber dado aún la cara.
Yo acuso al viento de asesino silencioso de suspiros.
Yo acuso a la magia de haberse evaporado de mi pecho.
Yo acuso al olvido de conjugar sus tiempos con mi nombre.
Yo acuso a la risa de haber caído en el olvido.
Yo acuso a la tierra de su falta de apetito.
Yo acuso al bosque de esconderse tras los árboles.
Yo acuso a la gente de juzgar los errores conmovida.
Yo acuso a la ley de tomarse la justicia por su mano.
Yo acuso al fuego de allanamiento de morada.
Yo acuso a la historia de ilustrarnos siempre tarde.
Yo acuso al exilio de robar la belleza de mis ojos.
Yo acuso a la belleza de querer partir al exilio.
Yo acuso al aire de coqueteo núbil con los alveolos.
Yo acuso a mis manos de apoyarse una sobre otra.
Yo acuso a los muertos de tentar con malicia mi presencia.
Yo acuso a los vivos de olvidar petulantes esta ausencia.
Yo acuso a las aguas de indiferencia ante mi raíz egipcia.
Yo acuso a mi reino de valer menos que un caballo.
Yo acuso a la pena de invadir terrenos aledaños.
Yo acuso a los consejos de aletear de rama en rama.
Yo acuso a la familia de crímenes contra la cordura.
Yo acuso a la cordura de ponerse contra las cuerdas.
Yo acuso al egoísmo de hacer campaña a mi costa.
Yo acuso al pensamiento de volar a ras de suelo.
Yo acuso a los libros de ocultismo deliberado.
Yo acuso a la tristeza de cantar canciones amorosas.
Yo acuso a mi corazón de agarrarse a un clavo ardiendo.
Yo acuso al compromiso de libertad bajo fianza.
Yo acuso a la confianza de haberse mudado de piso.
Yo acuso a la esperanza de alta traición a Pandora.
Yo acuso al diablo de ofrecerme retiro perpetuo.
Yo acuso a Dios de pactos con el diablo.

¡ Pobre ingenuo ! Lo que tú acusas son los golpes...

martes, 14 de noviembre de 2006

El final de todos los cuentos

Estás muerto por dentro. No reaccionas ante estímulos externos y los internos tiempo ha que enmudecieron. Todo en tu vida se reduce a rutinas inopinadas que debes ejecutar como parte de un plan establecido. No te sales de él. Cumples tu rol de forma exacta pero distas mucho de ser perfecto. ¿ Cuánto tiempo consideras que puedes continuar así ? Ya has conseguido destruir lo que suponía un acicate, un aguijón que, como el de las abejas, ha implicado su propia muerte. ¿ Va a resultar baldía ? ¿ Ni tan siquiera ese acto supremo de generosidad va a recibir, no ya tu premio, si bien tu atención ?
Estás muerto por dentro. Buscas, qué digo buscas, esperas avanzar hacia la felicidad sin moverte, sin exponer nada de tu parte, sin gastar energía en el empeño. Mas paradójicamente te vas consumiendo poco a poco. Has logrado que tu energía no se cree, se destruya y te vaya transformando en un espectro, en un alma en pena, si es que te queda alma, un cuerpo inapetente que sólo sacia sus necesidades básicas según éstas se van produciendo. Llegará un momento en que tampoco respondas a esos apetitos, el hambre te resulte agradable y el frío no repercuta en tus músculos, el sueño y la vigilia se unifiquen en un letargo permanente, la respiración devenga en pesada carga y entonces conseguirás el objetivo que pareces haberte propuesto.
Quieres morirte en vida.
Adelante pues, lo estás haciendo fenomenal, avanzas a pasos agigantados hacia tu propia destrucción pero sembrando el camino de cadáveres suculentos. Eres un lemming que acelera el ritmo sabedor del acantilado cercano pues, a pesar de conocer el destino que en este caso no el azar de la genética sino tu propia voluntad ha elegido, pareces complacido por ello y no dudas en arrasar cuantos obstáculos bienintencionados salen a tu encuentro para impedir el fatal desenlace.
Estás muerto por dentro y quieres igualarte por fuera. Adelante, insisto, no seré yo quien te frene. No quiero perecer a tus pies arrollado por ese ímpetu que te impele la proximidad de tu óbito. No quiero porque, en cualquier caso, tu destino y el mío están ineludiblemente unidos. Por eso te animo, ya que quieres vencer esta lucha. Quizá sea el final que nos merecemos.
El final de todos tus cuentos.

sábado, 11 de noviembre de 2006

De primeras

Cuando decidí escribir mi propio blog me debatía entre inaugurarlo de una manera original exponiendo los motivos que me empujaban a crearlo o seguir los patrones preestablecidos exponiendo los motivos que me empujaban a crearlo. Tras una intensa pelea interna llegué a la conclusión de que esos motivos no le importan un carajo a nadie, de manera que la inauguración tendrá traje de relato.
Un relato dedicado a las personas que más ahínco están poniendo en evitar que mi pluma repose definitivamente sobre la mesa del olvido. O, por mejor decir, que me olvide de que un día fui palabras y sonrisas. Quizá recuperando esas palabras regresen las sonrisas. Pero vayamos con el relato, que tiempo habrá para melancolías.

" Siempre creí que si escribía una novela su inicio sería digno heredero del "Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía..." o del " Lo-lee-ta, light of my live...", una frase contundente que subyugara al lector por su sonoridad, por su agudeza, por su intriga. Quizá aquella creencia derivó en que sólo me atreviera a componer relatos cortos, cuentos y poesías. Consideraba que en dichos formatos la misma brevedad provocaba esa obligación de una primera frase seductora. De esta suerte, lo mejor de mis historias siempre era el inicio e incluso se daba el caso de lectores que tras las primeras líneas abandonaban las cuartillas visiblemente emocionados. Aquellas reacciones me indujeron a comprimir aún más mis relatos, pues no era cuestión de enhebrar una trama poderosa para que luego sólo se disfrutara de esas sublimes palabras iniciales, por lo que de varios folios acabé por condensar mis creaciones en dos párrafos.
Y a veces me sobra el segundo "