lunes, 18 de febrero de 2008

La policía no es tonta

En este nuestro querido país hay mucha gente con un concepto negativo de las fuerzas de seguridad. Sea por un pasado demasiado cercano de abusos y brutalidad, sea por nuestra ancestral costumbre de burlarnos de la autoridad, sea por la escalada de inseguridad que pone en duda su eficacia, la cuestión es que guardias civiles, policías nacionales y municipales son vistos con aprensión y suspicacia. Lo cual no impide que reclamemos continuamente un aumento de sus dotaciones en nuestras calles cuando la delincuencia golpea con una frecuencia o una violencia que nos inquietan o conmueven.
En este contexto considero que el siguiente documento puede ayudar a que maticemos esa imagen peyorativa de, al fin y al cabo, personas que velan por nuestra seguridad poniendo en peligro su propia integridad:

Un guardia civil del servicio de inteligencia especializado en delitos de drogas espera a las puertas de un bar a que el dueño, sospechoso de tenencia y tráfico de estupefacientes, cierre su local para detenerle y llevarle hasta su casa para un registro. Para ello cuenta con la orden del juez de la Audiencia Nacional, el cual está dirigiéndose en esos momentos a la casa del sospechoso junto con un teniente de la Guardia Civil para dirigir personalmente dicho registro.
Una vez el sospechoso echa el cierre y, tras esposarle y convertirle en detenido, se dirigen ambos hacia el coche oficial situado en doble fila unos metros más adelante de la fachada del bar para no levantar suspicacias entre sus clientes. Al llegar a él lo encuentran subido en una grúa municipal bajo la atenta mirada de dos policías locales. El guardia civil se dirige a ellos.
- Buenas noches, soy agente judicial de la guardia civil en misión oficial. ¿ Haríais el favor de bajar el coche ?
El policía local, visiblemente enfadado, le responde.
- Ya no lo puedo bajar. Es que siempre vais avasallando, con eso de que vestís de calle os creéis que podéis hacer lo que os da la gana.
-¿ Perdón ? Te repito que estoy en misión oficial con un detenido y que hagáis el favor de bajar el coche porque tengo prisa.
- Este coche estaba mal aparcado y por eso nos lo llevamos.
- ¿ Me estás vacilando ? Mira, tengo a un juez yendo a la casa del detenido para un registro y no puedo perder el tiempo en tonterías. Baja el coche de la grúa de una vez.
- Me da igual lo que estuvieras haciendo, es tu día de mala suerte. Al detenido te lo llevas si quieres pero el coche se queda aquí.
- Te estoy diciendo que un superior mío y un juez de la Audiencia Nacional se dirigen a casa de este hombre para un registro. Necesito llevarlo allí y para eso me tienes que dar el coche - dirigiéndose al conductor de la grúa -. Baje el coche de una puñetera vez.
El policía local, ya con malos modos.
- El coche no va a ningún sitio. Estaba en doble fila y nos lo llevamos. Una vez en la grúa ya no lo puedo bajar.
A todo esto el detenido, completamente descojonado, sugiere al guardia civil que, como la cosa va para largo, le suelte y ya harán lo del registro otro día. El guardia civil, con un cabreo de órdago a la grande, le dice que se calle, que se suba al coche y, cogiendo el móvil, llama a su teniente.
- Mi teniente, una pareja de policías locales retienen mi coche y se niegan a devolvérmelo, por lo que estoy en la calle con el detenido sin posibilidad de llevarlo a su casa.
Tras oír la explicación, el juez coge el móvil y le dice al guardia civil que ahora mismo van para allá y que detenga a los dos policías municipales por obstrucción a la justicia, todo ello aderezado con una suerte de improperios que un blog respetuoso como este no se atreve a reproducir.
Tras colgar, el guardia civil se dirige a los policías locales.
- Haced el favor de darme las armas reglamentarias y poneros vuestros grilletes que estáis detenidos.
Los dos policías locales se empiezan a partir de risa.
- ¡ Qué dices ! No puedes detenernos...
- Tengo una orden del juez de deteneros por obstrucción a la justicia. Haced lo que os digo y no montéis el numerito, que estamos en plena calle Alcalá.
Porque, a todo esto, la escena se desarrolla en la calle más popular de Madrid.
- A mí no me vas a detener.
- Haz el favor de no poner las cosas más difíciles. Sed sensatos que en un momento está aquí el juez y os vais a complicar la vida.
En ese momento, el policía local recapacita y considera cómo puede recuperar la iniciativa de la situación. Y halla la respuesta. Se dirige al coche patrulla y pide refuerzos, de tal suerte que en un momento aparecen dos coches patrulla más. En ellos viene un sargento de la Policía Local. Cuando el guardia civil confirma que no sólo no van a cooperar sino que vienen más policías, los ojos se le salen de las órbitas. Otro que las está pasando canutas es el detenido dentro del coche subido en la grúa, cuya risa compulsiva está a punto de provocarle un colapso.
El sargento, intentando quitar hierro a un asunto que ha llegado demasiado lejos, toma la palabra :
- Siento mucho lo ocurrido. Todo ha sido un lamentable error, los muchachos han entendido mal la situación. Ahora mismo bajan el coche y aquí no ha pasado nada.
- Me temo que ya es tarde. Tengo una orden del juez de detenerlos por obstrucción a la justicia, así que ellos se quedan conmigo si hacen el favor de darme las armas y ponerse los grilletes.
- ¿ Cómo que tienes una orden judicial ?
- ¡¡¡ Si se lo he dicho tres veces a ellos !!! Estoy en misión oficial con este detenido al cual llevaba a su casa para un registro con el juez de la Audiencia Nacional. Al no bajarme el coche de la grúa he llamado a mi superior y el juez me he dado orden de detenerlos.
- ¡ No fastidies !
En ese momento llega el coche con el teniente y el juez de la Audiencia Nacional, el cual sale del vehículo como un miura del encajonamiento.
- ¿¡ Dónde están esos dos anormales !?
El sargento de la Policía Local se dirige al juez.
- Soy el sargento a cargo de estos hombres, estoy a su...
- A usted no le quiero ni ver, lárguese de aquí ahora mismo. ¿¡ Dónde están esos dos anormales !?
Una vez se enfrenta a los dos policías locales, que en esos momentos no sienten correr la sangre por sus venas, tras taladrarlos con la mirada, ordena su detención.
- Les voy a procesar por obstrucción a la justicia. Me voy a encargar de que les suspendan de empleo y sueldo y les abran un expediente para expulsarles del cuerpo de policía. Y por de pronto se van detenidos a los calabozos de Plaza de Castilla para que, cuando termine el registro que estaban ustedes impidiendo, les tome declaración yo personalmente.
Y dirigiéndose al conductor de la grúa le ordena que baje el coche inmediatamente. Éste, temiendo que el asunto le salpique, comienza a bajarlo mientras se deshace en explicaciones.
- Yo sólo cumplía órdenes, señoría, nada más desempeñaba mi función, de haber tenido capacidad de...
- Cállese y márchese si no quiere dormir también en la celda.
Así que llegamos al desenlace del suceso con los dos coches camino de los juzgados de Plaza de Castilla, en uno teniente y juez despotricando sobre los inútiles que han entrado en las policías locales en las últimas remesas, en el otro el guardia civil con los tres detenidos, los policías locales flanqueando al sospechoso de tráfico de drogas socarrón.
- Cuando cuente esto yo en el talego, no me van a creer. Si parezco Jesucristo crucificado con los dos ladrones a sus costados...

Ya lo cantó Sabina, mucha mucha policía...