domingo, 26 de noviembre de 2006

Tú ganas

Esa noche estaba especialmente negativo. No conseguía transmitirle ni la esperanza ni la ilusión que todo ser humano, por el mero hecho de existir, debe sentir obligatoriamente en al menos pequeñas dosis. Por eso decidí utilizar todo mi arsenal de lugares comunes y chantajes emocionales con el único fin de obtener de su boca un comentario positivo.
- Vale, correcto, admitamos que la vida dispone en ocasiones malas rachas donde todo parece salir al revés de como uno lo espera. Es más, no sólo son rachas malas sino que puedes llegar a plantearte que "alguien" en algún lugar lejano y supongo que elevado ha decidido machacarte en nombre del azar o del destino. Y que no sólo entrevera todo sino que hunde tu vida socavando los pilares sobre los que te apoyabas, de tal suerte que te encuentras inmerso en la parálisis provocada por la sorpresa. Admitamos que eso ocurre puesto que la experiencia así nos lo indica. Pues bien, la propia experiencia también nos recuerda que no somos los únicos en sufrir esas calamidades, es más, que ya las hemos sufrido en ocasiones anteriores, que de todas hemos salido más pronto o más tarde y el resultado al final del túnel no ha diferido del anterior al inicio de ese bucle negativo. Que si excluimos lo verdaderamente importante que es la ausencia irrevocable de un ser querido ( y sabes a lo que me refiero, no me tergiverses ), en realidad nunca pasa nada. Que todo tiene solución. Y lo mejor es que esa solución está en ti, no necesitas que nadie te dé la receta de la poción mágica, tú eres dueño de la fuerza necesaria pues ya lo has hecho más veces. ¿ O no es cierto que has salido a flote en otros desengaños amorosos ? ¿ O no es verdad que has vuelto a trabajar tras encontrarte de patitas en la calle ? ¿ Acaso miento si te recuerdo que te has repuesto de dolencias físicas mucho peores que las que ahora te amargan ? Podría elaborar una lista de todas las adversidades que has ido superando desde que te conozco y seguramente acabaría con la tinta de un barril. ¡ Qué diablos ! Prefiero que el barril contenga cerveza y brindemos caña a caña por cada una de las puertas que se te abren cuando parece que todas tienden a cerrarse, por cada una de las oportunidades que surgen a raíz de finalizar con lo pretérito, por cada una de las alegrías que te quedan por vivir...¿ Puedes negarme que serías capaz de decirme tú mismo más de cuarenta proyectos que ahora aparecen ante tus ojos y que se mantenían ocultos bajo la comodidad de la situación anterior ? Claro que no puedes pues tú también lo sabes. Entiendo que los cambios deben ser asimilados y celebro que así sea, pues sólo cuando uno digiere bien la comida ésta resulta beneficiosa para el organismo; este período de duelo se me antoja inevitable. La tristeza y el miedo a lo desconocido son sentimientos inherentes al hombre, habría que tener un corazón de piedra para desdeñar el sufrimiento que supone la agonía de aventuras por las que uno lucha y donde vuelca toda su energía, todo su empeño, todo ese corazón. Y yo sé que el tuyo no es de piedra. Por eso te permito que sigas mimoso, que mantengas ese aire de lamento continuo, que prolongues el victimismo hasta darle en ocasiones, no puedes negarlo, un toque algo grotesco. Pero lo permito por una razón y con una condición. La primera es que te quiero y te apoyaré siempre, aunque cometas cien mil errores, bien lo sabes. La segunda es que de todo esto saques la conclusión de que vale la pena vivir, que por muy disgustado que estés el hecho de sentir ya te impulse hacia adelante, que estas vivencias te ayuden a crecer al igual que lo hicieron las anteriores, dando como resultado ( un resultado en continua evolución pues sigues vivo, no lo olvides ) esa personita que nos tiene en vilo a todos sus amigos, que nos hace disfrutar, que nos motiva a buscar el momento y el lugar de encontrarse contigo para deleitarse con tu sonrisa, con tu diálogo, con tu simple presencia, la personita que si faltara crearía un vacío imposible de llenar y cuya ausencia soy incapaz de imaginar.
¿ Realmente crees que sería mejor morirse ?
- Sí.
Objetivo cumplido, oye.

viernes, 17 de noviembre de 2006

Acuse de recibo

Yo acuso a la vida de su inexorable existencia.
Yo acuso al pasado de perpetrar tantos ejemplos.
Yo acuso al futuro de no respetar los duelos.
Yo acuso a la lluvia de querer comprarme los ojos.
Yo acuso a las nubes de tenencia ilícita de lágrimas.
Yo acuso al cielo de devolver mi mirada desafiante.
Yo acuso al infierno de abrirme sus puertas enjaezadas.
Yo acuso a mis labios de insinuar frases unívocas.
Yo acuso a mi boca de sonrisas robadas al deseo.
Yo acuso a la sangre de bullir ante los cambios.
Yo acuso al sudor de encharcar miembros ateridos.
Yo acuso al vino de saberse sabio irresistible.
Yo acuso al pan de alegría en mesa ajena.
Yo acuso al sueño de huir ante el menor peligro.
Yo acuso al día de tener las horas contadas.
Yo acuso a la noche de permitir el llanto a deshoras.
Yo acuso al domingo de su vasallaje a la semana.
Yo acuso al pánico de montar su tienda de campaña.
Yo acuso a la cara de ser el espejo del alma.
Yo acuso al alma de no haber dado aún la cara.
Yo acuso al viento de asesino silencioso de suspiros.
Yo acuso a la magia de haberse evaporado de mi pecho.
Yo acuso al olvido de conjugar sus tiempos con mi nombre.
Yo acuso a la risa de haber caído en el olvido.
Yo acuso a la tierra de su falta de apetito.
Yo acuso al bosque de esconderse tras los árboles.
Yo acuso a la gente de juzgar los errores conmovida.
Yo acuso a la ley de tomarse la justicia por su mano.
Yo acuso al fuego de allanamiento de morada.
Yo acuso a la historia de ilustrarnos siempre tarde.
Yo acuso al exilio de robar la belleza de mis ojos.
Yo acuso a la belleza de querer partir al exilio.
Yo acuso al aire de coqueteo núbil con los alveolos.
Yo acuso a mis manos de apoyarse una sobre otra.
Yo acuso a los muertos de tentar con malicia mi presencia.
Yo acuso a los vivos de olvidar petulantes esta ausencia.
Yo acuso a las aguas de indiferencia ante mi raíz egipcia.
Yo acuso a mi reino de valer menos que un caballo.
Yo acuso a la pena de invadir terrenos aledaños.
Yo acuso a los consejos de aletear de rama en rama.
Yo acuso a la familia de crímenes contra la cordura.
Yo acuso a la cordura de ponerse contra las cuerdas.
Yo acuso al egoísmo de hacer campaña a mi costa.
Yo acuso al pensamiento de volar a ras de suelo.
Yo acuso a los libros de ocultismo deliberado.
Yo acuso a la tristeza de cantar canciones amorosas.
Yo acuso a mi corazón de agarrarse a un clavo ardiendo.
Yo acuso al compromiso de libertad bajo fianza.
Yo acuso a la confianza de haberse mudado de piso.
Yo acuso a la esperanza de alta traición a Pandora.
Yo acuso al diablo de ofrecerme retiro perpetuo.
Yo acuso a Dios de pactos con el diablo.

¡ Pobre ingenuo ! Lo que tú acusas son los golpes...

martes, 14 de noviembre de 2006

El final de todos los cuentos

Estás muerto por dentro. No reaccionas ante estímulos externos y los internos tiempo ha que enmudecieron. Todo en tu vida se reduce a rutinas inopinadas que debes ejecutar como parte de un plan establecido. No te sales de él. Cumples tu rol de forma exacta pero distas mucho de ser perfecto. ¿ Cuánto tiempo consideras que puedes continuar así ? Ya has conseguido destruir lo que suponía un acicate, un aguijón que, como el de las abejas, ha implicado su propia muerte. ¿ Va a resultar baldía ? ¿ Ni tan siquiera ese acto supremo de generosidad va a recibir, no ya tu premio, si bien tu atención ?
Estás muerto por dentro. Buscas, qué digo buscas, esperas avanzar hacia la felicidad sin moverte, sin exponer nada de tu parte, sin gastar energía en el empeño. Mas paradójicamente te vas consumiendo poco a poco. Has logrado que tu energía no se cree, se destruya y te vaya transformando en un espectro, en un alma en pena, si es que te queda alma, un cuerpo inapetente que sólo sacia sus necesidades básicas según éstas se van produciendo. Llegará un momento en que tampoco respondas a esos apetitos, el hambre te resulte agradable y el frío no repercuta en tus músculos, el sueño y la vigilia se unifiquen en un letargo permanente, la respiración devenga en pesada carga y entonces conseguirás el objetivo que pareces haberte propuesto.
Quieres morirte en vida.
Adelante pues, lo estás haciendo fenomenal, avanzas a pasos agigantados hacia tu propia destrucción pero sembrando el camino de cadáveres suculentos. Eres un lemming que acelera el ritmo sabedor del acantilado cercano pues, a pesar de conocer el destino que en este caso no el azar de la genética sino tu propia voluntad ha elegido, pareces complacido por ello y no dudas en arrasar cuantos obstáculos bienintencionados salen a tu encuentro para impedir el fatal desenlace.
Estás muerto por dentro y quieres igualarte por fuera. Adelante, insisto, no seré yo quien te frene. No quiero perecer a tus pies arrollado por ese ímpetu que te impele la proximidad de tu óbito. No quiero porque, en cualquier caso, tu destino y el mío están ineludiblemente unidos. Por eso te animo, ya que quieres vencer esta lucha. Quizá sea el final que nos merecemos.
El final de todos tus cuentos.

sábado, 11 de noviembre de 2006

De primeras

Cuando decidí escribir mi propio blog me debatía entre inaugurarlo de una manera original exponiendo los motivos que me empujaban a crearlo o seguir los patrones preestablecidos exponiendo los motivos que me empujaban a crearlo. Tras una intensa pelea interna llegué a la conclusión de que esos motivos no le importan un carajo a nadie, de manera que la inauguración tendrá traje de relato.
Un relato dedicado a las personas que más ahínco están poniendo en evitar que mi pluma repose definitivamente sobre la mesa del olvido. O, por mejor decir, que me olvide de que un día fui palabras y sonrisas. Quizá recuperando esas palabras regresen las sonrisas. Pero vayamos con el relato, que tiempo habrá para melancolías.

" Siempre creí que si escribía una novela su inicio sería digno heredero del "Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía..." o del " Lo-lee-ta, light of my live...", una frase contundente que subyugara al lector por su sonoridad, por su agudeza, por su intriga. Quizá aquella creencia derivó en que sólo me atreviera a componer relatos cortos, cuentos y poesías. Consideraba que en dichos formatos la misma brevedad provocaba esa obligación de una primera frase seductora. De esta suerte, lo mejor de mis historias siempre era el inicio e incluso se daba el caso de lectores que tras las primeras líneas abandonaban las cuartillas visiblemente emocionados. Aquellas reacciones me indujeron a comprimir aún más mis relatos, pues no era cuestión de enhebrar una trama poderosa para que luego sólo se disfrutara de esas sublimes palabras iniciales, por lo que de varios folios acabé por condensar mis creaciones en dos párrafos.
Y a veces me sobra el segundo "