miércoles, 25 de julio de 2012

El vuelo del Cóndor

El cóndor había observado, desde aquella su atalaya, el tranquilo paso de las nubes. El viento había amainado hasta sentarse a su lado para susurrarle sus planes grandilocuentes. Quería flirtear con el pináculo de la torre Eiffel, y le proponía que le acompañase. El cóndor movió la cabeza con suavidad, repasando su vasto territorio. Sí, quizá le conviniera un eventual cambio de aires. Aceptó y salieron con el alba, precisamente en la dirección del sol naciente.
El cóndor elevó majestuoso su corpachón y pronto alcanzó la altura adecuada para su económico planeo. Allí abajo se sucedían las praderas, los frondosos bosques y los eventuales poblamientos humanos. Sólo descendió en una ocasión para beber agua, justo antes de encontrarse con el océano. Descansó sobre un acantilado, preguntándose si el mundo que le esperaba al otro lado sería igualmente hospitalario. Si habría altas cordilleras, caudalosos ríos y exuberantes vergeles. El viento le apremió, impaciente por conocer París y allá que fueron ambos, ave y meteoro, meteoro y ave, surcando los mares de azul y blanco cabrillero. De vez en cuando distinguía el cóndor un navío, pequeña mota en el lienzo marino, así como sentía la presencia imponente de aquellos gigantes de acero que tampoco movían las alas y parecían angustiados por perderse el final de la misa.
Las horas se sucedían sin que se avistara tierra por ningún lado, y el cóndor sintió la angustia de la inmensidad: quizá no existiera tierra más allá, quizá el mundo no fuera redondo y él volase hasta topar con una pared elástica, que lo devolvería en dirección contraria, el esfuerzo inútil y las alas decepcionadas, quizá no hubiera fin y estuviera abocándose a surcar el firmamento durante toda la eternidad. El cóndor se cuidó muy mucho de compartir su pesadumbre con el viento, pues sabía que este, mucho más viajado, se burlaría de su escepticismo. Pero ya empezaba a cansarse de no ver más que agua, de no encontrar ninguna roca sobre la que descansar de su esfuerzo, de no posar sus garras sobre algún saliente rumoroso mientras las olas coqueteaban con la arena...
Estaba a punto de verbalizar su desencanto cuando su vista aguzada contempló una costa. No parecía gran cosa pero fue suficiente para retornarle el ánimo. Descendió hacia aquella sombra que fue agrandándose, el verde resaltando entre tanto azul, un baile de islas que, a diferencia del maná que caía del cielo, estaban esperando su llegada arracimadas en la superficie marina como las cuentas de un collar. El cóndor desplegó sus alas para frenar su descenso y se posó sobre un gran árbol, inmejorable comité de bienvenida. El viento hubo de conformarse, aunque pagó su desacuerdo provocando una ligera tormenta en las islas de Cabo Verde. Aquella noche el cóndor durmió como los ángeles, sueño digno para alguien que los visitaba con asiduidad en sus elevados paseos. A la mañana siguiente, las fuerzas renovadas y el ánimo, cuán importante es el ánimo, destilando optimismo, el cóndor retomó su viaje, bordeando desde entonces la costa africana en su búsqueda del Viejo Mundo, aquel continente que un día se lanzase en busca de nuevos horizontes y llegase a la conclusión de que había descubierto América al llegar a sus dominios.
Se acababa ya el verano cuando atisbó las costas de aquel reino que fuera el de sus antepasados, cuando en su territorio, de tan vasto, no llegaba nunca a ponerse el sol. El viento dijo que él prefería bordear aquel país donde le echaban la culpa de los incendios, la contaminación y hasta de las veleidades de los políticos. "Si soplo, que traigo partículas en suspensión y si no soplo, que hay contaminación", así que él por ahí no pasaba. El cóndor intentó convencerlo con el argumento de que sólo pararía para comer algo, pues sus fuerzas andaban ya muy mermadas, pero el viento se mantuvo en sus trece y le emplazó a encontrarse a su regreso en aquel mismo sitio, las famosas columnas de Hércules.
Mientras el cóndor veía alejarse al viento, cientos de leyendas transmitidas por sus padres, y a estos por los suyos, y así sucesivamente, se agolparon en su memoria, cuentos de supervivencia, de honor, de luchas y de alegría, de fandangos y sangre caliente, cuentos de un pueblo acostumbrado a las penurias y los sinsabores, que no se deja amedrentar por la aflicción, sufrida piel de toro.
Piel de toro que, según el cóndor se acercaba, se tornaba amarilla, seca, quebradiza como la paja cargada en exceso de mies, aunque no fuera el caso pues la sequía veraniega había mudado los campos en eriales y los cauces bajaban secos, apenas un hilillo tímido zigzagueando entre las piedras. En algunos parajes, la huella asoladora del fuego había enlutado las laderas. Los esqueletos de los árboles resistían sobre su desnuda dignidad, conscientes por la experiencia que sólo dan los años, de que vendrían tiempos mejores antes de la próxima devastación.
El cóndor sintió hambre y dirigió su vuelo hacia la enorme conurbación de Madrid, sobre cuyo cielo describió círculos menguantes según descendía y sus edificios se agigantaban, sus ruidos atrobanan y sus gentes, con las cabezas gachas y el semblante circunspecto, se dirigían velozmente hacia Dios sabía dónde, ajenos a su majestuosa silueta. Llevado por el instinto, el cóndor aterrizó sobre el Congreso, donde le esperaba un importante despliegue policial. A él y a unos cuantos manifestantes.
Según se posó sobre la cabeza de uno de los leones, un sargento le quiso cobrar las tasas aeroportuarias, le impuso una multa por estacionar en zona S.E.R. sin el distintivo correspondiente, le detuvo por carencia de papeles inmigratorios y le sancionó por ostentación de símbolos preconstitucionales. Ante su lamento de que sólo estaba débil porque tenía hambre, el suboficial replicó que ya no se atendía a los inmigrantes sin papeles en la seguridad social española y que se fuera a buscar alpiste a otro país. Un agente, que había escuchado la conversación, se acercó y, disculpando a su superior porque era el único compatriota que no veía los documentales de la 2, le corrigió: "es un cóndor, hombre, come carroña".
"¡Ah! Entonces ha venido al sitio adecuado. Que pase y haga amigos".

jueves, 19 de julio de 2012

Emigrantes

Hace unos días quedamos con unos amigos que nos tenían que dar una noticia. En las edades que manejamos, esa frase casi siempre es sinónimo de embarazo, pero la juventud de ella nos decantaba más por la boda. La sorpresa que nos tenían preparada provocó en mí una desordenada mezcla de sensaciones, que creí necesario compartir con la humanidad (es decir, los ocho que visitáis Hontanazor de vez en cuando).
Se mudan a San José, lo cual nos obliga a un pequeño apunte de geografía: San José está en California, bañada por las aguas más meridionales de la bahía de San Francisco y formando parte del popular Silicon Valley.
Tras la impresión inicial por la noticia y las correspondientes explicaciones de los protagonistas, me invadió una catarata dialéctica interior que me arrastró desde la sonrisa envidiosa a una considerable frustración. La describo:
De primeras, nobleza obliga, me sentí muy feliz por ellos. Vivir en el extranjero es una experiencia vital que yo no he tenido y envidio profundamente. California, además, cuenta con suficientes atractivos como para convertirlo en un destino apetecible. ¡Silicon Valley! Me queda el consuelo de que añadiremos una nueva casa de acogida si viajamos para allá.
Poco a poco fue creciendo un poso de indignación hacia este país, que no es capaz de retener a sus piezas más valiosas. Él es ingeniero y ella, aunque eslovena, había buscado en España oportunidades para desarrollar su especialidad, la terapia infantil a través de la danza, encontrándose con la ignorancia y el desconocimiento de unas técnicas que, por inusuales, despiertan el recelo inicial del pueblerino que teme que le estafen hasta la boina, habitante mayoritario de este nuestro país. Y todo porque no trataron a Paquirrín de pequeño con esa técnica y lo explicaron en la televisión, si no, aquí ahora todo quisqui sería un experto en ella.
Su caso (el de nuestros amigos, no el de Paquirrín; Paquirrín, por suerte o por desgracia, es único) es otro más en España, donde anteayer el INE nos devolvió a una realidad olvidada desde hacía décadas: volvemos a ser un país de emigrantes.
Quizá he mezclado un poco las informaciones, pues habrá quien me señale a esa muchacha eslovena como una inmigrante en España. Y tendrá razón, pero una inmigrante cualificada (ha dedicado su estancia entre nosotros a ultimar su tesis) de la que no hemos sabido sacar provecho. Y cualificada es también la emigración que ahora enviamos a esos mundos de Dios, porque el caso de nuestro amigo no es el único, por desgracia. En mi entorno proliferan científicos e ingenieros (sí, lo sé, ambiente insano este en el que me muevo) que han sufrido en sus carnes los recortes en investigación y desarrollo e innovación, el tan mencionado como denostado I+D+I. Resulta irónico y muy significativo que lo único que haya crecido en ese ámbito sea el acrónimo.
Y esto no es sólo una consecuencia de la crisis. Ahora que está tan de actualidad hablar de los gastos innecesarios o evitables de nuestra economía, hay uno en concreto que llevamos años arrastrando. En realidad son dos gastos, porque pagamos dos veces. La primera, al subvencionar una educación que, hasta ahora, ha permitido estudiar a gran parte de la población a precios razonables, incluyendo la etapa universitaria. No es la intención de esta entrada valorar si eso resulta sostenible o no. El hecho es que luego, a gran parte de esos licenciados (me refiero principalmente a los de carreras científicas, que por otro lado son las más caras), no se les da la oportunidad de explotar sus conocimientos y cualidades, en una sociedad basada en el sector terciario y el boom de la construcción como la española. Así que deben emigrar para desarrollar su trabajo y luego, cuando inventan, pongamos por ejemplo, un motor eléctrico, España debe pagar de nuevo la patente al país donde ese emigrante ha desarrollado su idea. Doble factura, doble gasto. Bueno, en realidad hay una tercera pérdida, que sería lo que se deja de percibir por no haber patentado España la idea, pero no carguemos las tintas... aún. Antes de que nadie me eche en cara que no tiene sentido subvencionar los estudios de los que luego se acabarían yendo fuera de una manera o de otra, quiero dejar claro que mi crítica no va dirigida hacia los recortes en sí, sino al modelo económico que se ha desarrollado. En vez de potenciar una industria que necesite a esos profesionales y así se justifique la inversión en I+D+I, se ha buscado un modelo de enriquecimiento rápido y tramposo, como el de la construcción, que además promueve unos valores basados en la ausencia de esfuerzo, el fraude y el nepotismo. Y aunque ahí caímos todos, no me cansaré de repetir que nunca se podrán equiparar responsabilidades, nuestros dirigentes se han llevado la palma. La de Cannes y la isla.
El año pasado vinieron de Alemania en busca de jóvenes ingenieros. Se tomó como una oportunidad de mostrar nuestro grado de excelencia en la formación de esas profesiones y, en cierto modo, un reconocimiento a nuestra educación. Yo no lo vi así, aunque siempre peco de estruendosa negatividad. Vinieron a por los que tienen ideas, los formados, los que quizá inventen algo que nos saque de nuestra mediocridad. ¿Por qué no se llevaron a los políticos ineptos y corruptos, a los empresarios defraudadores, a los trabajadores vagos, a los hermanísimos y cuñados que se enriquecen con subvenciones, a los periodistas sectarios, a los sindicalistas acomodados, a los sinvergüenzas que pueblan nuestra piel de toro desangrada a golpe de navajazo? A esos no los quieren para nada.
Y aquí me invadió la frustración. Esos serán los que queden al final en España, cuando todo el que pueda marcharse de aquí se aleje y contemple desde la distancia cómo la arrasan. Esos y los mediocres que sólo nos quejaremos en el bar o en un blog, sin agallas para rebelarnos, aunque quede poco ya por salvar. Algunos emularéis a la sultana Aixa reprochando a Boabdil, que esos emigrantes también podían quedarse y luchar para levantar al país. Y quizá sea cierto, pero no fuimos educados para ser héroes y aun estos necesitan de cierta coyuntura. Viendo cómo han relegado la iniciativa del 15-M al cajón del esperpento, o cómo se las gastan en un partido (expulsión inmediata) ante quien se rebela defendiendo los intereses de quienes le votaron frente a las palmaditas y el reproche cariñoso ante quien esquilma y luego insulta a esos mismos votantes, la solución no pasa por este sistema. Y para tumbar un sistema, siempre han hecho falta armas y violencia, herramientas que, una vez puestas en marcha, nadie sabe dónde acabarán. No, el futuro pinta negro para una imaginación escasa como la mía. De ahí que aplauda esa emigración.
Afortunadamente con los días se me ha ido pasando, sobre todo a raíz de que me explicaran que Silicon Valley es el valle del Silicio y no el valle de la Silicona. Es el consuelo que me queda.

viernes, 13 de julio de 2012

Que se jodan...

¡Menuda polvareda está levantando el exabrupto de Andrea Fabra!
Para aquellos que no la conozcáis, deciros que es una diputada por Castellón del Partido Popular, hija de Carlos Fabra (sí, sí, el del aeropuerto sin aviones) y que, según la información repartida en diferentes páginas, a saber

* su ficha del congreso de los diputados: http://www.congreso.es/portal/page/portal/Congreso/Congreso/Diputados/DipCircuns/ComAutVal?_piref73_1333408_73_1333405_1333405.next_page=/wc/fichaDiputado&idDiputado=9

* la página del PP (ésta un poco desactualizada): http://www.pp.es/conocenos/quien-es-quien/andrea-fabra-fernandez_2459.html

* la wikipedia: http://es.wikipedia.org/wiki/Andrea_Fabra_Fern%C3%A1ndez

* una página web afín al 15M que se dedica a hacer un seguimiento de los diputados: http://quehacenlosdiputados.net/andrea-fabra-diputada-por-castellon-e-hija-de-carlos-fabra/

pues eso, que según esta información no tiene pinta de haber currado en ningún trabajo más allá de su carrera política, jalonada de nombramientos sospechosamente arbitrarios (si meto la palabra nepotismo lo mismo me denuncian). Pues la susodicha, mientras ayer el Presidente del Gobierno desgranaba su descorazonador paquete de medidas económicas conocido ya como El Hachazo, y cuando se refería el señor Rajoy específicamente al recorte de la prestación del desempleo, acompañó el monumental aplauso desde la bancada popular con una serie de felicitaciones ("muy bien, muy bien, muy bien") coronadas con un sentido y rabioso exabrupto ("que se jodan").
Y claro, las redes sociales se incendiaron al entender que esa representante del pueblo se refería precisamente al pueblo que la puso ahí, más exactamente a quienes cobran el paro. Ella se ha defendido, un día más tarde porque las cosas de palacio van despacio, con un ataque furibundo al partido de la oposición por manipular sus palabras y una justificación de que esas palabras (porque en ningún momento niega que las dijera) estaban dedicadas a los socialistas, que no paraban de gritar, y no a los pobres parados, hasta dónde podíamos llegar.
Y yo no entiendo ni la polémica generada ni su excusa posterior, porque están bien claros los destinatarios de su ya famosa expresión:
- que se jodan los obreros que hicieron pellas en las clases de historia y votaron mayoritariamente a un partido de derechas;
- que se jodan los parados que votaron al PP para que les devolviera su puesto de trabajo;
- que se jodan los pensionistas que votaron al PP tras emocionarse con la subida de las pensiones y ahora pagan los medicamentos;
- que se jodan los que votaron al PP porque nunca privatizaría ni la educación ni la seguridad social;
- que se jodan los que votaron al PP porque estaban hartos de un gobierno que se desdecía continuamente;
- que se jodan los que votaron al PP porque no subiría los impuestos;
- que se jodan los que votaron al PP porque querían un gobierno fuerte al que no manejaran desde Europa;
- que se jodan los que votaron al PP para dar confianza a los mercados;
- que se jodan los que votaron al PP para castigar al PSOE y le dieron el mayor poder conocido en democracia;
- que se jodan los que votaron al PP porque no querían que el gobierno les mintiera;
- que se jodan los que votaron al PP creyendo que volvería todo a ser como cuando gobernaban, es decir, en plena burbuja inmobiliaria;
- que se jodan los que votaron al PP porque quitaría el canon digital;
- que se jodan los que votaron al PP porque aseguraba que no tocaría el IVA;
- que se jodan los que votaron al PP sin pensar que votaban al PP.
Después de todo, mira tú por dónde, la pobrecilla se estaba imprecando a sí misma como legítima representante de sus votantes. En su currículum no aparecen sus creencias, pero semejante acto de mortificación pública sólo está al alcance de almas piadosas excepcionales. Quizá, eso sí, quepa reconvenirle el uso de palabras tan gruesas en boca de una vocal de la comisión de Educación del Congreso, pero el lenguaje de la calle adolece de lirismo y en el pecado de usarlo lleva la penitencia.
Así que meteros con ella lo que queráis, pero se está ganando el cielo...