miércoles, 21 de febrero de 2007

Miércoles de cenizas

El temblor. La agonía. El corazón sin latido.
La muerte que avanza en vaharadas.
La luna se ausenta con el niño
raptado con tretas de canallas.
El silencio. La bruma. El bosque sin trinos.
El recuerdo que sube hasta la Alhambra.
El tiempo impone el cruel castigo
del reflejo en tus ojos de Granada.
El duelo. La ausencia. El reino extinguido.
El cambio que anuncia la mañana.
La brisa juguetea con los rizos
amantes ayer de tu garganta.
El frío. La lluvia. El lecho vacío.
El hueco que dejas en mi cama.
Un beso perdido pide asilo
en la funda empapada de tu almohada.
El miedo. La angustia. La voz del testigo.
El futuro que juega con mi alma.
La ruleta dispara en mi destino
cercenando la esperanza con su bala.
El llanto. La pena. El sueño proscrito.
La tristeza que no me da la espalda.
La sonrisa concede a su asesino
ese último voto de confianza.
El ocaso. La noche. La luz del retiro.
La mano que baja las persianas.
La caricia estrella su apetito
contra el muro en torno de tu falda.
El alud. La caída. El mundo sin hilos.
La estrella que se apaga en la cañada.
La ilusión abandona ya el camino
de las huellas formadas con tu marcha.
El fuego. La pira. El humo maldito.
La hoguera que engulle mis entrañas.
Ruge fuera un viento levantisco,
nicho de mis cenizas malogradas.
El vacío. La nada. Adiós, amor mío.

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