martes, 11 de diciembre de 2012

Nobel de la ¿Paz?

La Unión Europea recibió ayer el premio Nobel de la Paz. Resultaba grotesco contemplar los rostros orgullosos de los mandatarios presentes ante el aplauso del público (público selecto, nada de indignados). El motivo, haber creado un espacio de concordia y entendimiento en un territorio donde antes se rifaban las hostias con papeletas marcadas, resulta tan loable como tramposo. Porque, si bien el enunciado resulta indiscutible (después de la guerra de los Balcanes, no ha habido un conflicto bélico en suelo de la unión), también lo es la inoportunidad del momento elegido para concedérselo a esta institución.
Este galardón debería premiar a aquellas personas o instituciones que promuevan, indiscutiblemente, la erradicación de la violencia como mecanismo de relación entre seres humanos. Es cierto que se ha devaluado con numerosas y polémicas concesiones (la más sonada y cercana en el tiempo fue la de un Obama recién llegado a la Casa Blanca, con las tropas americanas por medio mundo y Guantánamo vigente), que nos curan de espanto ante estas decisiones, más políticas que merecidas. Pero no por ello deberemos dejar de criticar lo que ya parece un signo de nuestro tiempo: la sombra del marketing (en puridad castellana, mercadotecnia, pero como suele ocurrir en estos casos, el término inglés resulta más popular) sobre la concesión de premios.
Ya sean artísticos, deportivos o sociales, las instituciones que los otorgan miden el nombre de los elegidos mucho más en términos de rentabilidad publicitaria (y económica) que de auténtico merecimiento. Es un feedback (o retroalimentación, de nuevo el anglicismo) que busca el beneficio de ambas partes pero pervierte la esencia misma de los galardones: cuanto más conocido o importante sea el galardonado, más resonancia provoca en el galardón.
Mencionado este punto, no quiero alejarme del motivo real de esta entrada: la oportunidad de la concesión del Nobel de la Paz a la Unión Europea. La UE vive momentos muy controvertidos, donde su papel en la crisis no parece precisamente el de bombero sino más bien el de pirómano. No ha declarado ninguna guerra a un país enemigo, no, pero incendia la convivencia en sus propias entrañas. Sometido a los designios de una crisis creada por intereses alejados de su realidad (pero mucho más cercanos a la esfera de esa casta dirigente de la propia UE), el pueblo contempla y empieza a sufrir los ataques a un estado del bienestar del que se siente partícipe y progenitor, no en vano fue logrado con el sudor de su trabajo en forma de impuestos.
Sin entrar a valorar los motivos ni culpas de todos y cada uno en esta crisis, el hecho es que la política está dando paso a la economía como motor de la sociedad. Y la política es el invento creado por el hombre para solucionar los problemas de la convivencia sin tener que utilizar los palos. Vamos, que por muy denostada que esté, sin la política impera la violencia. ¿Cómo se puede entonces otorgar un premio a la labor pacificadora de una institución que está permitiendo el aumento de la violencia por omisión de su función principal?
Dejo de lado los fríos datos que colocan a Europa como tercer productor mundial de armas (de nuevo los motivos económicos como motor de una sociedad) y su agresividad a la hora de conseguir lucrativos acuerdos con países pobres o en vías de desarrollo para que sus poderosas multinacionales tomen posiciones y hundan a las empresas locales. Y repito que, en estos momentos, no es mi objetivo criticar esta política (cada país o grupo de países defienden lo suyo, a costa de lo que sea) sino la concesión de un galardón con ese nombre a quien detenta esa política.
Habrá quien no entienda esta exposición, o le pille lejana. Incluso quien me tache de cinismo por acusar a los políticos de cargarse el estado del bienestar y luego criticar los cimientos en los que se basó (ya que nuestro crecimiento se ha cimentado, puro sistema capitalista, en esquilmar a los débiles para ser nosotros más fuertes). Para ellos tengo un ejemplo bien cercano de que la violencia mueve a nuestros dirigentes: la única (que yo conozca) ley que se ha promovido en los últimos tiempos en España a favor del ciudadano (y siendo un "a favor" muy muy relativo) ha sido la de los desahucios. ¿Motivo que la provocó? La violencia.
Sí, la violencia de unos ciudadanos contra sí mismos. Mientras las noticias traían "sólo" dramas, lágrimas y maldiciones, los dirigentes no movieron un pelo. Las asociaciones ciudadanas, las agrupaciones locales, los partidos minoritarios, las recogidas de firmas... todo chocaba contra la sordera o la indiferencia de quienes debían hacer política. Hasta que aparecieron los cadáveres y entonces, reaccionaron.
Falló la política, funcionó la violencia. Y así ocurre siempre con los malos dirigentes: que necesitan muertos sobre la mesa para despertar de su letargo. O de su altanería. Y si queréis otro ejemplo, mencionemos tan sólo lo ocurrido en el Madrid Arena. Con cinco niñas en sus tumbas, ahora se tomarán en serio las medidas de seguridad. De nuevo la violencia ocupando el hueco de los malos dirigentes. Podríamos hablar también de los partidos políticos que, en diferentes países europeos, están recogiendo el malestar de la gente con consignas xenófobas y abiertamente violentas. Ocupan el hueco crecido a la sombra de la mala praxis de los políticos "profesionales".
El premio era a la Unión Europea, institución anterior y que (supongo) sobrevivirá a los mandatarios que ahora gobiernan. Quizá merecido, pero el premio se ha dado ahora y los que lo recogieron fueron esos mismos que están llevando a Europa a una situación propicia para que la violencia ahogue, ya lo está haciendo, la paz social. Los que recogían el galardón, ufanos y orondos, son los que están convirtiendo a Europa en un polvorín. Quizá sea su homenaje velado al creador de los premios.

PD : acabo de enterarme de una noticia que abunda en lo del motor económico de la sociedad. La justicia o la moralidad sufren un nuevo embate. El banco HSBC pagará 1500 millones para que no se investigue más su connivencia con el lavado de dinero procedente de actividades ilícitas ( tráfico de drogas, terrorismo islamista...). Las autoridades lo admiten para no desestabilizar una empresa tan poderosa. 
Cae tú, en cambio, en esa desgracia que es la droga y malvende un pico de heroína en la esquina de tu casa, y veremos dónde acabas.
Mundo de mierda.

1 comentario:

crisfbedoya dijo...

Me ha gustado mucho pablin, a pesar de q no sea tan alegre como el siguiente..
Bss
Cris